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20/6/15 - DJ:

La necesidad de una crítica de la ciencia

T.E.L: 7 min. 6 seg.

En los medios masivos de comunicación encontramos críticas de arte, en materia literaria, musical, cinematográfica. También artículos de opinión, a veces muy ligera, sobre política y economía. ¿Es posible hacer una crítica de la ciencia? Sostengo que no solo es posible, sino necesario. Pero, ¿desde dónde?


Me entero que Daniel Golombek está publicando un libro sobre astronomía. Según la reseña que me llega, se trataría de una obra sobre los grandes observatorios del siglo XX-XXI, como el Hubble. Es imposible emitir una opinión sobre un libro no leído, pero sí me atrevo a adelantar que no será una obra "crítica". Ser crítico de la ciencia no es moneda común. Hace tiempo vengo desarrollando un texto sobre los grandes observatorios, pero desde una posición crítica.
El tópico se puede abordar desde muchas perspectivas. Por ejemplo, desde el punto de vista "utilitarista". Veamos un ejemplo.

Una mirada crítica sobre los Grandes Observatorios de la Modernidad
Se tiende a decir que en el capitalismo, es decir, en la modernidad, todo lo que se hace (o casi todo) tiende a buscar un rédito económico. Por cierto, los ciudadanos de a pie hacemos muchas cosas cuyo objetivo no es ganar dinero. Pero desde el punto de vista institucional, en general, suele ocurrir eso, aunque sería simplista presentarlo de ese modo. En algunos casos, lo que se hace, tiene múltiples sentidos u objetivos y a veces confunden. Por caso, hay muchos artículos "periodísticos" que si los analizamos bien no son otra cosa que una "publicidad".
Las acciones de RSE que desarrollan las empresas, si las analizamos bien, son una herramienta de marketing. Puede parecer que el objetivo es uno, cuando es otro.

En el caso de los grandes observatorios, ¿cuál es su objetivo? Muchos de estos telescopios se usan para estudiar objetos exóticos, lejanos, como los agujeros negros. Las investigaciones sobre estos objetos, a muy, muy largo plazo, podrían "capitalizarse" en acciones de impacto social, como usar tales objetos para producir energía eléctrica en una sociedad galáctica. Claramente no es el caso en la actualidad. De modo que tales estudios parecen tener como único objetivo "comprender el universo" y no obtener un rédito económico.
Como los grandes observatorios se usan en general para ese tipo de investigaciones, podría concluirse que los Estados Nacionales del mundo usan enormes cantidades de dinero para hacer algo que no tendría un rédito económico, sino ampliar el conocimiento. Una objeción rápida a tal análisis es que tal conocimiento no suele llegar a la población general. Pero más allá de eso, ¿es cierto que los grandes observatorios -que cuestan miles de millones de euros/dólares- se hacen por "amor a la ciencia"?

No. Es falso. Es muy fácil demostrarlo: Tomemos como ejemplo a ESO, el Observatorio Europeo Austral. Se trata de un consorcio de países de Europa + Brasil. Cada Estado pone una cantidad de dinero -un porcentaje de su PBI- y con el dinero juntado deciden crear y mantener grandes telescopios en el Hemisferio Sur, particularmente en Chile.
Sigamos la ruta del dinero: sale de los ciudadanos europeos (y ahora también de Brasil), se junta en cuentas de ESO y con ese dinero se crean telescopios. ¿Cómo se crean? Se usa el dinero para hacer los estudios preliminares, diseñar el observatorio, se hacen estudios de factibilidad científica y económica, y finalmente, cuando todo está pensado, se construyen. Para construirlo se apela a las empresas de esos países miembros. Es decir que quienes construyen los grandes observatorios son empresas.

Por tanto, el dinero sale de los ciudadanos -a través de los impuestos- va a ESO que luego redistribuye el dinero entre empresas, en general de esos países miembros. Es fácil darse cuenta que Alemania, que es el país que más dinero pone, es también el que más recibe luego, ya que posee empresas tecnológicas de mucho prestigio y capaces de construir facilidades de vanguardia. El dinero vuelve a los países, pero no a los ciudadanos, sino a las empresas. Y las empresas no construyen tales telescopios (las partes que les tocan construir) ad honorem, sino que obtienen un rédito económico. Construir grandes telescopios es un fabuloso negocio.

Se dirá que, a cambio, eso crea muchos puestos de trabajo. Es cierto. El narcotráfico también. El argumento sobre la creación de puestos de trabajo no debe usarse ligeramente.
Mientras tanto en esos mismos países y en otros, la pobreza no baja, incluso crece. Estado Unidos no sólo tiene un problema con la obesidad de sus habitantes, también tiene un problema de desnutrición. En Argentina pasa algo similar: se producen muchos alimentos, pero hay gravísimos problemas de alimentación en la población general.

Las consecuencias de la crítica
Sin embargo, una vez desplegado este argumento -que puede ser explorado en forma más profunda- surge una pregunta. ¿Esto significa que no hay que hacer grandes observatorios? ¿Significa que alguien que dice ser un aficionado a la astronomía es, al mismo tiempo, su detractor? ¿El objetivo es que no se haga astronomía?

Otro cuestionamiento al análisis anterior estaría dado por el argumento de idoneidad, versión fácil del principio de autoridad. Como quien hace tal análisis no es un "científico", entonces sería inválido. Así, no es posible ninguna crítica a la ciencia.

Si repasamos los grandes diarios argentinos, no veremos ninguna "crítica" a la ciencia ni local ni global.

Como si esto fuera poco, en sitios de internet y en otras publicaciones, como revistas, encontraremos "críticas" no sólo a la ciencia, sino a la racionalidad. Posturas (o imposturas) críticas a la modernidad que apelan a lo "no-lógico", a lo irracional, a lo meramente emocional, a textos "milenarios". Es decir que se opone al pensamiento científico el pensamiento mágico. No es mi caso.

Es decir que el ejercicio del pensamiento crítico quedaría acotado a:
1-Aceptar la ciencia incondicionalmente
2-Negar la ciencia incondicionalmente

Se trata de una falsa dicotomía. La ciencia es necesaria para comprender la realidad. Pero, para qué queremos conocer la realidad? Para poder transformar la realidad. ¿Transformarla a favor de quién? Aquí radica un problema "extra-científico": es un problema político. Pero no es un problema por fuera de la ciencia, sino que atraviesa a todas las prácticas humanas o, para decirlo de otra forma: todas las prácticas humanas están atravesadas por este dilema, por lo que tal cuestión no es materia de estudio exclusivo de los científicos. Más bien, es objeto de estudio de sociólogos (que también hacen ciencia) y filósofos. Pero también del resto de la sociedad. La división del trabajo intelectual atenta contra el desarrollo del pensamiento crítico en materia social.

La crítica de la ciencia en la modernidad
Encuentro un artículo titulado "La crítica de la ciencia" publicado en la revista Profesiones [1] por Antonio Lafuente. [2]
Extraigo algunos párrafos de tal artículo:

(...) Los científicos tienden a comportarse como si la única relación significativa con su trabajo fuera la aprobación —lo que normalmente implicaría el reconocimiento implícito en una cita— o el rechazo —lo que normalmente exigiría del crítico más y mejores datos con los que sostener su sospecha, duda u oposición—. En pocas palabras, o citas o callas, pero si dices algo tienes que hacerlo desde el laboratorio. Y es así que, aunque parezca increíble, casi nadie puede hablar de ciencia. Los que lo hacen son inmediatamente calificados de ignorantes o, peor aún, de anticientíficos, que en nuestro mundo es como ser inculto y socialmente peligroso.

(...) Si cada día se toman decisiones orientadas a minimizar los riesgos, conservar la naturaleza, gestionar los recursos o equilibrar el reparto de los males y todas estas iniciativas que acaban llegando al Boletín Oficial del Estado —o publicación equivalente— tienen que pasar antes por los laboratorios, los seminarios, los papers, los comités, los congresos, los foros y los paneles internacionales, ¿cómo no aceptar la necesidad de una crítica de la ciencia?

(...) Defender la necesidad de una crítica de la ciencia es más fácil que ejercerla. Hacerlo bien es mucho más difícil. Igual que la historia de la Iglesia no debieran hacerla los curas, ni la del Real Madrid los merengues convictos, la crítica de la ciencia es un trabajo para el que seguramente hace falta ser un amante de la ciencia, pero no un científico. Su finalidad se explica rápido, pues consistiría en comprender cómo de profundamente interconectada está la ciencia con la política, y explorar cómo las tecnologías están conformando nuestro mundo y nuestra manera de sentir, pensar y actuar. La ciencia es una actividad de naturaleza controvertida. Y así, la discrepancia es un instrumento clave en la conformación colectiva de los asertos científicos. Tanto, que haríamos muy bien sospechando bajos niveles de excelencia allí donde falten dudas, errores y fracasos. Sin embargo, pocas veces se hacen públicas. Lo más frecuente es que solo se escuche una loa interminable y cacofónica que quiere ver en los científicos una especie de atlantes civilizatorios.

(...) Tal vez, pues la deriva de los científicos hacia posiciones pretendidamente objetivistas y apolíticas —es decir, al margen de los asuntos mundanos— está llegando a su fin. Todo parece indicar que en un mundo tan complejo tendrán que descender de la peana e implicarse en los asuntos públicos.

Recomiendo leer el artículo completo que incluye una analogía que no por haberse usado muchas veces deja de ser útil.

Como dice Lafuente, es más fácil concluir que es necesaria una crítica a la ciencia que ejercer esa crítica. Ser crítico es poner en duda, pero no sólo para formular preguntas, sino con el objetivo de responderlas. Ser crítico trae consecuencias.

Sostener que los Grandes Observatorios de la modernidad son -en un sentido- como las Grandes Pirámides Egipcias sería casi una "herejía" científica que rápidamente sería calificada de "anti-ciencia" o bien supondría que detrás de esta postura existe el anhelo de dejar de hacer ciencia y en cambio hacer religión.
Nada más lejos. Los Grandes Observatorios son, entre otras cosas, símbolos de poder, no ya de los Reyes o Faraones de las primeras dinastías egipcias, sino de los Modernos Estados Nacionales.
Los habitantes (y dirigentes) de tales Estados se sentirán orgullosos (y poderosos) al poseer grandes observatorios de vanguardia, cuyo costo es astronómico, mientras los mismos habitantes sufren de bajos salarios, despidos, problemas sanitarios, de transporte, de infraestructura necesaria para vivir. Pero eso se justifica en la corrupción y, finalmente, que siempre existió la pobreza o argumentos similares.

La astronomía no puede estar justificada sólo porque nos gusta. Cabría preguntarse ¿por qué nos gusta, nos interesa, pensar en galaxias y cúmulos, pero NO en cuestiones que sí afectan nuestra vida cotidiana?

Preguntarse ¿para qué hace falta la astronomía? no es una "herejía". Si los aficionados a la astronomía decimos tener pensamiento crítico -a diferencia de los astrólogos- ¿cómo sostener que eso es cierto cuando no somos capaces de pensar críticamente la ciencia y la sociedad?

Fuentes y links relacionados

  • [1] La crítica de la ciencia, Antonio Lafuente, Revista Profesiones nº 141, enero-febrero 2013, pp. 48-49. Se puede descargar el número completo en Issu.
  • [2] Centro de Ciencias Humanas y Sociales: Antonio Lafuente
  • About.me: Antonio Lafuente

Sobre las imágenes
  • El E-ELT y el VLT comparados con las pirámides de Giza. Crédito: ESO.

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