El determinismo einsteniano determinó su filosofía y su teísmo
La filosofía depende hoy de la idea del mundo elaborada por la física, como ciencia fundamental. Por ello, las decisivas aportaciones de Einstein a la física tienen una repercusión inmediata sobre el discurso filosófico. Este discurso tuvo en Einstein un incuestionable carácter teísta. Y aunque la posición estrictamente determinista de Einstein le conducía a reconocer la autolimitación del posible Dios en el mundo, la ciencia física ha evolucionado más bien en la línea del indeterminismo, configurando la imagen de un universo abierto que permite entender tanto la libertad de la acción humana como de la acción divina en el universo. Sin pretenderlo, Einstein anticipó así la ciencia que quiso refutar. Por Guillermo Armengol.
Un interesantísimo artículo de Tendencias científicas sobre determinismo, relatividad y mecánica cuántica
http://www.tendencias21.net/Einstein-anticipo-la-ciencia-que-quiso-refutar_a1256.html
Lo que cito debajo es sólo un extracto, pero recomiendo fervientemente leer el artículo completo en la fuente original:
La metafísica de Einstein
Si apuntamos finalmente a la metafísica de Einstein, no nos referimos a “ciencia” como tal (ajena a la metafísica), sino a sus convicciones profundas que sin duda debían ser congruentes con su imagen científica del universo. El mismo Einstein solía decir que un ser humano no son las anécdotas de su vida, sino su pensamiento y sus convicciones profundas.
Mucho se ha estudiado la biografía de Einstein y se han dado incluso vueltas morbosas en torno a su vida afectiva, en la línea de Las vidas privadas de Einstein de Roger Highfield y Paul Carter (Espasa-Calpe, Madrid 1996). Pero para entender la profundidad de sus convicciones profundas es mejor seguir obras como la reciente de Max Jammer, Einstein and Religion (Princeton University Press 1999). A esta seria y documentada obra de Jammer nos referimos.
En este sentido, pues, creemos que en Einstein destacan dos tendencias intelectuales. Primero, la sensación de asombro ante un universo construido como un sorprendente entramado de leyes deterministas que explican los eventos por causalidad clásica y que manifiestan una imponente racionalidad universal. Esta dimensión de misterio y de enigma último ante un universo preciso, racionalmente sorprendente, abre un horizonte en que cabría la presencia última de la divinidad de que Einstein hablaba con familiaridad.
Segundo, la persuasión intelectual de que esa posible y mistérica divinidad no podía intervenir en un mundo en que los eventos se producían por una estricta causalidad que no permitía intervenciones externas. Sería la persuasión intelectual de que ese Dios mistérico, en caso de que fuera fundamento del universo, lo habría creado de tal manera que excluía de principio su intervención. Por ello, abrirse al misterio sería siempre aceptando el universo como es, tanto en sus bienes como en sus males.
Esta posición estrictamente determinista de Einstein conducía, por tanto, a reconocer, digamos, la autolimitación del posible Dios en el mundo. Algo parecido estaba diciendo su coetáneo Norbert Whitehead, germen de la posterior filosofía del proceso norteamericana. Sin embargo, la ciencia física ha evolucionado más bien en la línea del indeterminismo configurando la imagen de un universo abierto que permite entender tanto la libertad de la acción humana como de la acción divina en el universo.
Por todo ello cabría decir que la “religiosidad” de Einstein era, por una parte, de reverencia mistérica ante la estética sistémico-causal y racional del universo y, por otra, de aceptación del universo tal como es, sin la apelación religiosa a un Dios del podamos esperar que lo cambie. Creemos que la discusión sobre si Einstein era teísta clásico, o panteísta, o sobre su concepto personal o no personal de Dios, es estéril, porque si fuera alguna de esta cosas habría ido más allá del misterio, habría tratado de desvelar el misterio que le sobrecogía como tal.
Creemos que Einstein quiso mantenerse siempre dentro de los márgenes del sobrecogimiento en esa religiosidad mistérica. De ahí que Spinoza fuera su filósofo preferido o también las menciones tan positivas de Schopenhauer que le introdujo a la intuición budista de una religiosidad mistérica, abierta a un futuro salvador al que ni siquiera se osa calificar como Dios personal.
Por ello, concluimos con unas palabras del mismo Einstein, en que nos describe su experiencia del misterio. “El misterio es lo más hermoso que nos es dado sentir. Es la sensación fundamental, la cuna del arte y de la ciencia verdaderos. Quien no la conoce, quien no puede admirarse ni maravillarse, está muerto. Sus ojos se han extinguido. Esta experiencia de lo misterioso, aunque mezclada de temor, ha generado también la religión” (Einstein, Mi visión del mundo, Tusquets, Barcelona 1981, p. 13).
Artículo elaborado por Guillermo Armengol, de la Cátedra CTR, a partir de un texto editorial de la revista Pensamiento, utilizado con autorización.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario