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¡Que no cunda el pánico!
"¿No es suficiente ver que un jardín es hermoso sin tener que creer que también hay hadas en el fondo?" - Douglas Adams, La guía del autoestopista galáctico.

2/1/22 - DJ:

Deseos para 2022

T.E.L: 5 min.

Reflexión y saludo sobre el nuevo año.



Hacia fin de 2021, una plataforma de video en línea presentó la película "No miren arriba", sobre el fin del mundo. Es una parodia, al estilo "El Lobo de Wall Street", género que no me suele gustar demasiado. En cualquier caso, quizás por la coincidencia con el fin del año, la pandemia y otras similitudes con la realidad, me puse a pensar en un tópico específico: "Lo inevitable".
Se trata de un tema viejo, que dio pie a un debate no cerrado: Libre albedrío vs Determinismo.

Empieza el año, es un tiempo festivo y no me quiero poner pesado. Pero vale un mínimo repaso sobre ese dilema.
Aunque hay varias maneras de definir el libre albedrío, una posibilidad es considerar que se trata de la habilidad de las personas de definir su conducta exclusivamente por su propia voluntad. Nos guste o no, esto no puede ser cierto. Es fácil verlo: en parte, los seres humanos tenemos un comportamiento robótico, automático: el parpadeo, los reflejos, el ritmo cardíaco no dependen de nuestra voluntad. El funcionamiento de nuestro organismo, órganos y cerebro, no depende de nuestra voluntad enteramente. Podemos cuidar nuestra salud o no hacerlo, pero tenemos un ADN. Es cierto que en la actualidad hay tecnologías de modificación genética, todavía excepcionales. Tampoco el clima depende de nuestra voluntad, aunque las acciones humanas pueden -a largo plazo- empeorar el medio ambiente.

Por tanto, el libre albedrío, pensado así, es insostenible. Nos quedan dos alternativas deterministas: la fuerte y la débil. La primera, basada en la física, estipula que todo lo que existe, incluyendo a las personas, somos conglomerados de partículas. Estas partículas se pueden pensar como pequeñas bolas en un gran juego de billar. El comportamiento de estas bolitas no depende de su voluntad, sino solo de las leyes físicas y las condiciones iniciales. Así, todo lo que ocurre hoy es inevitable, determinado desde el Big Bang. Las decisiones humanas serían ilusiones y no verdaderas decisiones fruto de la voluntad. Esto genera un problema moral: si las acciones humanas no son decididas por nadie, sino consecuencia ineludible de las condiciones originales, entonces no puede haber maldad ni delitos.

Esas partículas no tienen cerebro, pero las personas sí. Y los físicos no tienen la menor idea de cómo funcionan tales partículas en nuestro cerebro, cómo forman ideas, pensamientos, emociones, recuerdos. 

El determinismo débil postula que todo lo que ocurre es fruto de algo anterior. Por tanto, todo está determinado por causas que son previas. La acción está determinada por el pensamiento y restringida por variables naturales y sociales. El mismo pensamiento no es libre. No pensamos "a voluntad". Veamos un par de ejemplos:
¿Podría una persona nacida en el Siglo X pensar que el centro del universo era el Sol y no la Tierra? ¿O pensar en otras galaxias? ¿O en púlsares? ¿O en smartphones y satélites artificiales?
Ha habido algunos adelantados, con imaginación fructífera, al estilo de Giordano Bruno. Pero hay una distinción entre imaginación y conocimiento. También se imaginó la existencia del éter o que en el año 2000 todos usaríamos coches voladores o que Marte tenía habitantes que construyeron canales.

Esto implica que no solo no podemos actuar con el control total de nuestra voluntad, sino que tampoco podemos pensar tan libremente como podríamos creer. Somos hijos de nuestro tiempo histórico, determinados o condicionados por el conocimiento existente, las tecnologías vigentes y los discursos sociales. De allí la importancia de la libertad de expresión y la posible influencia de los medios de comunicación (para mal y para bien).

Déjeme dar otro ejemplo, bien extremo: Imaginemos que una persona, desde su nacimiento, es sometida a un fuerte adoctrinamiento. Se le enseña que hay un ser superior que desea que mueran los infieles. Y que los fieles que lo hagan, tendrán vida eternamente feliz en el paraíso. A tal persona no se le permite leer libros, mirar películas, televisión, acceder a internet. Sólo se expone a ese individuo a un cierto tipo de discurso y se evita que tenga contacto con otros discursos. [Este condicionamiento fue imaginado por Aldous Huxley en Un mundo feliz].

Luego, a cierta edad, se le llena el cuerpo de explosivos a la persona y la dejan en el centro de una gran ciudad. ¿Cuántas posibilidades tiene, reales, esa persona de hacer algo distinto de apretar el detonador? Todo lo que le enseñaron, todo lo que sabe, lo que le inculcaron sus padres, sus superiores, sus autoridades morales, sus amigos, su sociedad, apunta en una sola dirección. ¿Tiene esa persona la posibilidad de actuar distinto? Una posible respuesta es que sí, en virtud del instinto de supervivencia. Pero a esta persona, además, le han dicho, que si no cumple con ese mandato divino, entonces será un traidor y lo matarán. ¿No es acaso inevitable el final de esta escena? ¿Tuvo esa persona posibilidad de pensar y actuar diferente? Prepárese para una pregunta difícil: ¿Y si lo hace, es culpable? ¿Qué culpa tiene? 

Al margen de la culpa, el ejemplo intenta mostrar el poder de los demás. El poder de los discursos sociales, que incluyen no solo a los medios masivos de comunicación, sino también a la familia, la escuela, los vecinos, etc, es decir, la sociedad.

Así, llegamos a esta conclusión posible:
No podemos decidir nuestras acciones con total libertad, fruto exclusivo de nuestra voluntad. Pero sí tenemos voluntad y podemos decidir, en forma restringida. Nos limita la naturaleza, el medio ambiente y el ADN; así como los condicionamientos sociales. No somos libres, sino que tenemos libertad condicional.

Pero podemos cambiar cosas, gracias al esfuerzo mancomunado. La cooperación de muchos puede "mover el mundo". La contracara de esto es la otra posibilidad: la indiferencia. Como tenemos voluntad, somos responsables de nuestros actos. Pero no podemos ser responsables si no tenemos libertad de conocimiento y de expresión. Tenemos que tener la posibilidad de acceder a diferentes discursos para compararlos y elegir. Sino, no podemos elegir. Y no podemos creerle ciegamente a nadie. Debemos desarrollar un pensamiento propio, aunque esté inevitablemente influido por el pensamiento ajeno. De allí la importancia de la riqueza de las comunicaciones diversas, de ideas distintas comunicadas para que otros puedan pensarlas. 

Ese es el fin último y primero de este humilde blog. Navegamos discursos sociales en un océano cósmico turbulento. Hay fake news (noticias falsas), mitos, intereses económicos o políticos que llevan agua para su propio molino. Gente como el personaje de Di Caprio en aquella peli, que se deja enceguecer por un cachito de poder y de fama.

Hay gente que está de acuerdo con estas ideas que acabo de exponer, pero que cuando le toca comunicar, hace silencio. La libertad de expresión y la libertad de conocimiento son inseparables. 

2022 nos encuentra navegando en estos desafíos. Para las personas que tenían 20 años o más en 1990 (nacidos en 1970 o antes), el telescopio espacial Hubble fue "EL" telescopio de sus vidas. Hagamos notar que la mayoría de las investigaciones en astronomía se hacen con otros instrumentos, que son muchos y muy buenos también. 

Ahora, ese lugar lo empezará a ocupar el James Webb, luego de tantas demoras. Eso ilustra el punto: el conocimiento no es producto del azar, sino de la voluntad colectiva, que es suma de las voluntades individuales.

Si la expresión de deseos sirve para algo, entonces: Que este nuevo año calendario nos traiga más telescopios para todos (no menos), más vacunas, más salud, más trabajo. Esforcémonos por tratarnos mejor, para tener más empatía con los necesitados, ayudemos a quienes podamos. Las discusiones interminables, agotan. Pero no seamos tan indiferentes. Al final, todos nos vamos a ir. Es inevitable. Pero dejemos detrás un camino de semillas. Así, cuando nos llegue la noche, podremos mirar para arriba.

Saludos a todos.


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