Un matrimonio de astrofísicos argentinos que trabajaba en el Observatorio Astronómico de La Plata observará con un complejo telescopio ubicado en México los primeros latidos del Universo después de la gran explosión.
Vía Revista Viva
Revista Viva Nro. 1613 01-04-2007
Texto Marina Aizen (maizen@clarin.com)
Fotos Hernán Rojas
Pensemos en un cielo totalmente oscuro, sin ninguna estrella. ¿Qué sería de los poetas o de los enamorados? Este paisaje podrá parecer desolador, pero cuando Elena y Roberto Terlevich lo describen, sus ojos se llenan de luz, literalmente. Estamos hablando de cuando el Universo era apenas un embrión en gestación. Al matrimonio de astrofísicos de La Plata, esta fase del cosmos lo obsesiona cual detectives tras un asesino serial. Y su herramienta de investigación será el Gran Telescopio Milimétrico (GTM), un instrumento nuevo, muy nuevo, capaz de registrar de manera única las reliquias de la explosión primigenia: el Big Bang. El GTM está ubicado en una montaña en el estado de Puebla, México, cerca de Cholula, un lugar que fue centro ceremonial y que Hernán Cortés destruyó con saña durante la conquista. Ahora, el sitio del GTM, el Volcán Sierra Negra, es el pedestal para reconquistar el más remoto de los pasados. Ese que ni Cortés pudo concebir.
Elena y Roberto parecen igual de enamorados que cuando se conocieron en una clase de física en la Universidad de La Plata. La historia de cómo ellos fueron a parar al GTM, un instrumento que promete abrir auténticas autopistas en el conocimiento del hombre sobre el Universo, tiene un lado científico y otro bastante terrenal. Empezó en 1976, cuando a ella, que estaba haciendo un doctorado en la Universidad de La Plata, la echaron de un día para el otro y hasta le cambiaron la cerradura de la oficina para que no pudiera entrar. Luego, en noviembre de ese año, él también perdió el trabajo en el Instituto de Astronomía y Física del Espacio. Ambos actos fueron decodificados como vendettas políticas del régimen militar. Vendettas contra gente que había reclamado cosas elementales como que los becarios del Conicet pudieran tener aportes jubilatorios (un derecho del cual aún hoy, después de tantos años, no pueden gozar).
Un día, Roberto y Elena se despertaron asustados, cuando oyeron hablar a unos hombres por walkie talkie. Vieron a través de las cortinas una luz anaranjada sobre un auto. Pensaron que un comando venía a buscarlos. Era lo natural: todos los días había tiroteos en La Plata. Fueron a levantar a los chicos. Tenían pánico.
Pero al final descubrieron que todo era un auxilio del Automóvil Club. Estaba claro; era hora de irse. No querían vivir con miedo.
El destino fue Cambridge, Inglaterra. Allí los recibió Martin Rees, una eminencia, que hoy es presidente de la Royal Society, Astrónomo Real y Master del Trinity College, entre otras cosas. ¿Cómo podemos hacer para quedarnos aquí a hacer un doctorado?", preguntaron. Para el código inglés, ése era un pedido tan directo, que podría haberse interpretado como políticamente incorrecto. Pero ellos habían llegado hasta allí para quedarse. Y, a fuerza de trabajo, terminaron doctorándose en ésa, la Universidad de Newton.
Luego, él fue a dar al Observatorio Real de Greenwich hasta que lo cerró la mismísima Margaret Thatcher. Y ella tuvo puestos en la Universidad de Sussex, en el Observatorio Real de Greenwich y en la Universidad de Cambridge hasta que la llamaron para armar junto a colegas mexicanos un grupo de cosmología y astrofísica extragaláctica, fundamental para el GTM. Ahora viven mitad del año en Cambridge y la otra mitad en Puebla, trabajando en éste que es el proyecto científico más grande de México que se hace en cooperación con la Universidad de Massachusetts, de los Estados Unidos.
El olor a eucaliptus del bosque entra por la ventana de la vieja oficina, refrescando la mañana calurosa. El Observatorio Astronómico de La Plata no sólo sigue produciendo ciencia, sino que además es una joyita arquitectónica que traduce el entusiasmo que tenían a fines del siglo XIX los argentinos por conocer el Universo. Roberto, que vivió en este mismo predio, reconoce con aires de respeto los aparatos con los que alguna vez trabajó mirando el cielo, aunque hoy tenga a disposición instrumentos que son el último grito de la ciencia.
Alguna vez alguien les dijo: "Lo de ustedes no es un trabajo, es una pasión". Y se nota cuando ambos, con paciencia infinita, explican qué es lo que harán con el GTM.
EL GRAN HORNO
Visto de lejos, el GTM no se parece en nada a un telescopio tradicional sino más bien a una enorme antena satelital o a un cono gigante que escupe hacia arriba. La razón por la que se encuentra en esa montaña mexicana es que para hacer observaciones milimétricas se necesita una atmósfera prístina, con muy baja humedad. Esto se consigue por encima de los 4 mil metros de altura. Suena muy pomposo decir ondas milimétricas, pero en realidad éstas no son otra cosa que las mismas ondas que produce un horno de microondas, como el que tenemos en la cocina para calentar algo de ayer.
Este telescopio, sin embargo, sirve para observar objetos muy fríos, que son los que emiten ondas milimétricas. En esa categoría entra, por ejemplo, todo el Universo. Es que a medida que éste se fue expandiendo después de los primeros segundos del Big Bang se fue también enfriando. Se formaron los primeros núcleos y pasados unos 100.000 años, todos los electrones que estaban dando vueltas se unieron a esos núcleos para formar los primeros átomos o elementos químicos -el hidrógeno y el helio-. En ese momento el cosmos se volvió transparente.
El Universo no deja de expandirse. Es más: cada vez lo hace de manera más rápida y se torna más frío. "Para ver el pasado más y más distante, se necesitan detectores que vean cosas más frías. Lo más lejos que podemos ver es precisamente cuando el Universo se volvió transparente", dice Roberto.
"Eso sucedió hace 15 mil millones de años y lo podemos ver con un telescopio milimétrico", agrega.
"Se puede ver el Universo como era antes de que existieran las primeras estrellas o el oxígeno y el carbono, elementos que se formaron en las estrellas", completa Elena. "Con el GTM se podrán ver desde nuevos planetas extra solares hasta la formación de las estrellas y galaxias, las reliquias del Big Bang", dice.
¿Y que pasó antes del Big Bang? Como tantas otras preguntas en esta vida no hay una respuesta segura. Es terreno para la especulación o la religión, no para la ciencia, afirma ella. "Para antes del Big Bang no hay leyes físicas, ni un modelo que nos permita predecir observaciones. No había ni espacio ni tiempo. Y por ahora, no hay forma de comprobarlo", agrega Elena. Habrá que quedarse con la gran explosión. Igual no es poca cosa.
El GTM en todo su esplendor (arriba).
Ilustración de la NASA de rayos gama que podrían verse con el GTM (abajo).
http://es.wikipedia.org/wiki/Gran_Telescopio_Milim%C3%A9trico
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