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¡Que no cunda el pánico!
"¿No es suficiente ver que un jardín es hermoso sin tener que creer que también hay hadas en el fondo?" - Douglas Adams, La guía del autoestopista galáctico.

3/6/13 - DJ:

El peso del discurso

T.E.L: 11 min. 40 seg.

Reflexiones sobre la "sabiduría de las masas" en relación a lo seudocientífico y los medios.




Advertencia: Esta es una nota extensa. Pero puede imprimirla o bien pasarla a PDF para leerla a su gusto. Baje hasta el final de la página y presione el botón "Print" y tendrá allí las opciones para guardar (con o sin imágenes) e imprimir.

1-Colaboración distribuida
Leo en Página/12 un artículo del Dr. Adrián Paenza titulado "El peso de un toro".
Lo que hace Paenza, en ese artículo y en general, es contar historias. Que en el periodismo se cuenten historias no es nuevo, aunque en parte se asocie tal costumbre al llamado "Nuevo periodismo". Nótese que en tal "género" se brinda información, pero fundamentalmente lo que se busca es movilizar a través de las emociones.
Y aunque es tentador hacerlo y puede parecer intelectual, inspirador, emocionante, humano, elegante, literario, hay que tener algún cuidado con la utilización de esos recursos retóricos.
Ante todo dejo en claro una idea: todo discurso contiene retórica. El discurso científico no está exento. El periodismo científico más "duro", tampoco. Este post, menos.

En la nota, el matemático, periodista y divulgador argentino nos cuenta de una experiencia realizada en TED. Invito a leer la nota, pero sintetizo lo que allí se cuenta con detalles: se lleva a un toro (un buey en realidad) a un escenario frente al cual hay un público. La idea es que la audiencia "adivine" el peso del animal y lo envíe por mensaje de texto. El resultado, que recopiló 500 respuestas, indicaba que el promedio de las mismas era muy similar al peso real del buey. El promedio de las respuestas fue 813,5 kg y el peso real era 815 kg. (En realidad el peso se daba en libras).

Y luego del relato, Paenza señala: "¿Qué enseña esto? Hay muchos ejemplos sobre sabiduría de la multitud o sabiduría popular. De hecho, hay mucha gente que aprovecha lo que sucede en las redes sociales para saber cuáles son los temas que le interesan a la gente y los incorporan a su agenda".
Hacia el final cita a Ben Lillie, editor de TED y bloguero: "Grandes mentes piensan parecido. Mentes creativas piensan juntas". Y remata Paenza: "¿No se trata de eso? ¿No se trata de mejorarnos como sociedad aportando entre todos para el bien común? Ahora, en plural: ustedes, ¿qué piensan?"

James Surowiecki es autor del libro; "La Sabiduría de los Grupos: Por qué los muchos son más inteligentes que los pocos y cómo la sabiduría colectiva da forma a los negocios, economía, sociedades y naciones" (2004). Puede verse una charla de él en TED.
Hacia el final de esa charla, Surowiecki señala lo que considera es "el lado oscuro" de internet: "Una de las características fundamentales de una red es que una vez que estás vinculado en una red, la red comienza a moldear tus puntos de vista y comienza a darle forma a tus interacciones con los otros".

En los enlaces relacionados indico al menos dos fuentes en las que se señalan otras ideas de Surowiecki vinculadas con la siguiente pregunta: ¿Es posible estar demasiado conectado?

E inmediatamente conecto tal pregunta con la dicotomía de ideas de Huxley y Orwell que establece Neil Postman en su libro "Divertirse hasta morir".

Encontré una excelente infografía traducida al español que resulta ilustrativa, pero las ideas básicas son así:
Para George Orwell (autor de "1984") el problema era la censura, que nos prohibieran leer.
Para Aldous Huxley (autor de "Un mundo feliz") el problema es que no haya motivos para prohibir la lectura porque no habría personas que quisieran leer. (Lo que no significa que está de acuerdo con la censura).
Orwell temía la ocultación de la información, mientras Huxley temía que nos llegara demasiada información.

Apelación a lo emotivo:
El grupo The Police tuvo un gran hit titulado "Demasiada información":
"Demasiada información corriendo a través de mi cerebro/
demasiada información volviéndome loco"/

Como en el cuento La carta robada de Poe, a veces lo evidente es invisible.

inseminacion

2-Sabiduría de masas y formación de ideas
Quiero decir dos cosas aparentemente contradictorias. Espero que el lector interesado me siga.
2A) Las palabras (por no decir los textos, los discursos) no tienen UN significado. No son repositorios de significado, no "contienen" nada en sí mismas. La palabra sola no "dice" nada.
Yo digo /rojo/.
Juan es hincha de Independiente. Cuando le preguntemos qué sentido tiene para él la palabra /rojo/ me dirá algo distinto que lo que dirá Marcelo, que es hincha de Racing. Verónica se cortó cortando papas y sangró. Si le preguntamos a ella (si pudiésemos leerle la mente) su "sentido" de /rojo/ será distinto.
Para algunos, /rojo/ es "símbolo" de calor. Para otros, de frío.
El "sentido" que se forma Juan cambiará según la circunstancia (es decir, la configuración espacio-temporal).

El sentido de /rojo/ no está en la palabra (imagen, sonido, etc), sino que se forma en cada uno de nosotros. ¿Cómo, por qué?
Pues si /rojo/ para Juan es, entre otras cosas, /Independiente/, luego de ver un partido de tal equipo, es porque el sentido que se forma está en relación a algo que hizo, a algo que vio, que leyó, que escuchó. O sea, está en relación con otros discursos.

Así nos formamos sentido: por la relación que establecemos cada uno de nosotros (connotativamente) con los discursos QUE NOS LLEGAN. Podría decirse, dándole algunas vueltas, que también los discursos QUE NO NOS LLEGAN tienen su influencia. Las ausencias comunican tanto como las presencias, si me permiten una vulgata.

Pero si lo que digo es cierto, entonces, ¿cómo hacemos para comunicarnos?
Porque lo que dije antes es básicamente que el sentido que nos formamos cada uno es diferente, único e irrepetible, como las huellas dactilares.
Si para cada uno de los lectores el sentido es diferente, entonces ¿cómo hago para "transmitir una idea"?
Las ideas nacen y mueren en nuestro cerebro. El mundo no es como en Harry Potter.

No podemos enviarnos ideas, sino mensajes. Pero no podemos no intercambiar mensajes. Lo hacemos incluso sin intención.

2B-Pero cuando analizamos los discursos masivos, no encontramos lo mismo. Es como ocurre con las paletas de colores. Por ejemplo, observe esta imagen combinada:


Lo que vemos es el uso del programa Paint para dibujar dos círculos rojos. Para el primer caso uso un color rojo con la codificación RGB, es decir, una combinación de rojo, verde y azul, que en ese caso es 255,0,0. En el segundo caso, hago lo mismo pero elijo un rojo 254,1,1. Son dos rojos diferentes, eso está claro. Y sin embargo, no notamos ninguna diferencia.

En el discurso público (o publicado) ocurre lo mismo. Parece haber diferentes ideas. Lógicamente por lo expuesto en el punto a, cada persona se forma sentidos distintos sobre la realidad. Pero como eso ocurre en relación a los diferentes discursos que le llega a cada uno, y como los discursos que más "circulan" son muy parecidos, entonces, las diferencias en el discurso público son mínimas. Algunos a eso le llaman "discurso único o hegemónico".


3-La emoción como argumento movilizador
Quiero hacer foco aquí en una característica del discurso que más llega: el de los medios masivos. No es un discurso único, cierto, hay diferencias, y al mismo tiempo, esas diferencias son superficiales. No siempre, no en todos los casos, pero sí es posible, me atrevo aquí, a decir que tienen esos discursos algunas características en común. Una en particular sobre la que quiero detenerme luego de todo este rodeo: el recurso emocional.

Sabemos desde Aristóteles (en Occidente al menos) que las argumentaciones contienen lógica, pero también emoción. Roberto Marafioti, un semiólogo argentino, escribía en Página/12 al respecto en relación con el discurso presidencial que se objetaba por ser emocional. Y decía: "es preciso tener en cuenta que este componente es irrecusable y lo único que se puede dar cuenta es de su existencia, pero no como mecanismo manipulatorio, sino como un ingrediente de los discursos sociales".

El mismo Marafioti en su libro Los patrones de la argumentación establece, sin embargo, una distinción entre persuadir y convencer.
"La propuesta persuasiva apela a una gama de mecanismos psicológicos sin mediación alguna de la razón. Las persuasiones tienen que ver con las emociones. La persuasión, si incluye la acción, lo hace sin mediación protagónica de la razón. En tanto el intento de convencer, si bien puede tener como finalidad la acción del otro, está mediado por la revisión crítica del asunto. El intento por convencer está mediado por la razón".

En un párrafo anterior de la misma obra, indica "Puede afirmarse también que la convicción implica un proceso activo, racional y reflexivo, por parte del participante paciente, mientras que la persuasión implica un proceso pasivo, irracional e irreflexivo, por parte del participante paciente".

4-La emoción justificatoria de la sinrazón
El discurso de unos cuantos "chantas" que tienen un espacio insólito en los medios masivos responde a la persuasión y no a la convicción. Intentan movilizar a las masas a través de argumentos que apelan casi exclusivamente a lo emocional, incluso enmascarando argumentos como aparentemente racionales, que en definitiva son falacias.

¿Tales discursos sólo forman parte de un pequeño grupo de medios de comunicación sensacionalista, amarillista? Es posible suponer tal cosa, pero si analizamos con detenimiento otros discursos, aparentemente más sólidos, encontramos nuevamente la misma mecánica.

Por supuesto, yo mismo he caído en tal uso. En este blog pueden encontrarse ejemplos. El discurso de Paenza es otro. Apela a lo emocional de lo comunitario, desconociendo que la mentada "sabiduría de las masas" debe ser revisada críticamente, ya que no alcanza sólo con la opinión de aparentes mayorías. Por lo dicho antes, los discursos públicos son diferentes, pero no tanto y eso es así por alguna razón. No nos formamos ideas de la nada. No formamos discursos de la nada. He allí el poder de la comunicación.

No estoy diciendo que todo discurso que apele a lo emocional será inevitablemente seudocientífico o irracional. Los seres humanos somos irracionales. Incluso más que racionales, evolutivamente hablando. La emoción forma parte de cada uno de nosotros y no podemos (ni queremos) quitarnos lo sensible de encima. Dejaríamos de ser lo que somos.

Pero ¿en qué medida esos recursos emocionales son el único argumento para sostener una idea?

Esta pregunta merece ser pensada en relación a los discursos públicos. Y para eso es bueno buscar algún ejemplo. En lo que vengo pensando, buscando información, leyendo diferentes tipos de análisis, es sobre una costumbre de los medios gráficos, en los diarios en particular: la publicación del horóscopo.


Fig. 1: Extractos del horóscopo publicado en el diario El Comercio de Ecuador del 18/02/2013 comparado con el texto publicado en Tiempo Argentino el 19/02/2013. La diagramación del texto de El Comercio fue manipulada por mi para que se pueda comparar mejor.

5-El horóscopo es un signo
Hay mucho que decir sobre el horóscopo. Pero justamente que haya mucho que decir nos pone de bruces con algunas preguntas básicas, vinculadas también con la dicotomía Orwell-Huxley. No podemos pedir que se prohíba la publicación de los horóscopos, pero ¿hasta qué punto es válida su publicación? ¿Puede justificarse con argumentos racionales, lógicos o sólo se justifica a través de argumentos emocionales?
Parece un tema tonto, insignificante. Lo parece porque se ha naturalizado. El horóscopo es una metáfora, dicen por allí. Claro, qué discurso no lo es. Pero, tal metáfora parece justificarlo todo. No es real ni no real, es una metáfora, un "chiste", un entretenimiento. Parece formar parte de un género de la "ni ficción ni no-ficción", lo que para Eliseo Verón es un "game show", según ha escrito sobre Expedición Robinson.
Cabría preguntarse, empero, si tal género es consumido más como ficción que como no-ficción. Y Verón dice, en el artículo enlazado arriba: "Si Expedición Robinson hubiese sido asimilada a una ficción, jamás hubiera tenido buen rating. (...) Como ficción: cero."

En el horóscopo que publican los diarios hay elementos que indican su pertenencia a la ficción. Su "lugar" en la diagramación (por eso tomo como objeto de estudio al horóscopo de los diarios impresos y no otros) que incluye una clasificación de contenido, así como otros discursos generados a raíz del horóscopo, entre ellos artículos periodísticos que "defienden" tal costumbre en virtud de ser un entretenimiento.

Nos dicen del horóscopo que lo "necesitamos" para no sentirnos atados a la realidad esquemática, para oponernos a las estructuras racionales de la ciencia que nos sofoca.
No se puede cuestionar al horóscopo con argumentos astronómicos, porque el horóscopo es otra cosa, otra metáfora relacionada con otras convenciones no astronómicas. Tampoco desde lo estadístico (hay muchos ejemplos) justamente porque no indica cómo es la realidad el horóscopo, sino que es...una metáfora.
Es inocuo el horóscopo, se indica. Es un pasatiempo que nos vincula con los demás, nos identifica. Es también una clase de adivinanza (como transgénero) que nos invita a decodificar un mensaje cifrado (como el I-Chin). El horóscopo, exclaman algunos, nos hace sentir libres.


Fig. 2: Extractos del horóscopo publicado en los mismos diarios que en Fig. 1 pero los días 16-17 de mayo en los que se muestra que ocurre el mismo fenómeno.

Por supuesto, yo sostengo exactamente lo opuesto. La libertad de la publicación del horóscopo, que NADIE CUESTIONA, nos ata, nos restringe a lo más básico de los seres humanos. Está allí, ciertamente. Y está porque...es una metáfora.
Pero, ¿lo es?
¿Puede decir el lector de qué signo es? ¿Y puede decir qué "significa" ser de tal signo y por qué?, o para preguntarlo de otra forma ¿Por qué una persona nacida el 10 de septiembre es de Virgo?
Cuando el lector se encuentra con un horóscopo en el diario, ¿entiende qué significa para él o para él y los demás?
Cuando me encuentro con las palabras cruzadas por primera vez, ¿sé qué debo hacer?

¿Cómo le damos sentido al horóscopo? ¿Qué sentido le damos? ¿Tiene algo que ver con lo astrológico? ¿Y con lo astronómico?

Para mí (y es algo que habrá que investigar) la mayoría de las personas (el diario llega a una multitud de personas heterogéneas) no tiene un conocimiento específico, ni siquiera interés ni en la astronomía ni en la astrología. Y si no hay interés, ¿qué conocimiento hay al respecto? Probablemente poco, lo que genera duda. Y la duda lo permite todo si al mismo tiempo un mensaje nos hace sentir mejor, más felices. Es el nuevo hedonismo.


Fig. 3: Capturas de pantalla de los sitios Clarin.com y LaNacion.com del domingo 02/06/2013. La comparación permite ver que el texto para cada "signo" es el mismo. En el sitio de LN se indica que lo realiza "Kirón". En el sitio de Clarin, Tiempo y El Comercio, es anónimo.

Repasemos los discursos de los medios masivos y veremos este tipo de construcción en todos lados. Sea que nos tapemos el ojo de la derecha o que nos tapemos el ojo de la izquierda, este tipo de ideas lo baña todo. Establecer una relación entre estas ideas y el capitalismo es mucho para este post y excedería mi primera intención. El objetivo de este post es, en primer lugar, plantar bandera. El segundo, plantar semillas.

Si una parte del discurso público ha cambiado en las últimas décadas (cuestiones de género, etnias, salud, etc) es porque a la inercia del discurso dominante se le ha opuesto un contradiscurso. No alcanza sólo con eso, pero sin un contradiscurso no hay cambio posible. Tales cambios llevan tiempo. Se trata de costumbres establecidas tan profundamente que sería ingenuo y desproporcionado hacerse muchas expectativas de cambio mediato.

No dejo de preguntarme qué ideas tienen al respecto los periodistas especializados en ciencia, en particular los que trabajan en medios masivos.

La "manufactura" del horóscopo
La palabra manufactura viene del latín y el sentido original era "hecho a mano".
Algo con lo que me encontré en mi estudio sobre el horóscopo es que el mismo texto (me refiero a la lengua) se repite en distintos horóscopos publicados por diferentes diarios de diversas provincias de nuestro país. La fig. 3 ilustra esa coincidencia en los sitios web de Clarín y La Nación. ¿Será el mismo autor/a? Es posible.
Pero lo más raro es que se publique el mismo texto, para el mismo supuesto signo, en distintos diarios, pero en diferentes días. Es el caso reflejado en las Fig. 1 y 2 con los horóscopos publicados por los diarios Tiempo Argentino y El Comercio de Ecuador. El último publica un horóscopo un día y, al día siguiente, el mismo texto es publicado en el periódico argentino. Es anónimo en ambos casos. Existen, sin embargo algunas diferencias, por ejemplo en el rango de fechas de cada signo, así como diferencias en la diagramación, pero el texto es idéntico, aunque para días diferentes.
Esto que muestro NO es un argumento, aunque es posible que para una parte del público esto "defraude" y sea más movilizador que todos los argumentos sólidos que puedan señalarse.
Aunque esta repetición-copia de textos para signos iguales pero en días diferentes no sea el núcleo del tema, cabe preguntarse ¿cómo se construyen los horóscopos y qué expectativa tiene el público al respecto? ¿Importa o no importa en absoluto?
Quizás haya que acudir a la sabiduría de las masas para determinarlo. Aunque la opinión del público ES importante, ¿alcanza?

Acaso sea oportuno pedirle a la población que vote si prefiere que la Luna tenga cráteres o que no los tenga. En definitiva, parece que la realidad es lo que percibe la mayoría a través de los sentidos. Si el público decidiera que nuestro satélite natural no tenga cráteres, podríamos decir que es un objeto perfecto, porque está en el Cielo, donde no reina la razón sino el espíritu. Eso y un poco de Prozac y podremos vivir en Un mundo feliz.


Fuentes y links relacionados

Sobre las imágenes
  • Foto de Torero de Wikimedia.
  • Imagen palabras. La tomé del blog Category Management, en el que se desarrollan ideas sobre el vínculo emocional en el acto de compra.


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